Tras la situación de caos sucedida en España, producto de la invasión napoleónica, se comenzó a suscitar un incipiente deseo de independencia por parte de la clase dirigente de nuestro país, al momento de ver la oportunidad que se ofrecía por parte del contexto mundial. Principalmente comenzó a discutirse la necesidad de autonomía, en una parte de la aristocracia chilena instruida debido esencialmente a los constantes atropellos y abusos cometidos por parte del Virreinato del Perú[1], en consecución por parte de este de las normas dictadas por la Corona española.
De esta manera la independencia comenzó a ser vista como un hecho y no tan solo en Chile sino que en gran parte de los países de la América española, llevando esto con el tiempo a una ruptura y desmembración del poderoso y extenso imperio de la Corona peninsular. Vacío que por supuesto fue trascendental para el establecimiento de las condiciones necesarias para la emancipación de aquellos nacientes estados del nuevo continente.
En nuestro caso, las características particulares están por todos lados. Una colonia pobre y alejada del resto del mundo pudo crear, con sorprendente rapidez, un sistema político basado en el Derecho, en el cual el gobierno se somete a normas y plazos de término y donde el caudillismo, que parecía endémico en la cultura hispanoamericana, no tuvo mayor acogida. Y si en otros países se sucedía un torrente de documentos constitucionales cada uno más lírico y complejo que el anterior, en Chile la Constitución de 1833 (Considerada la carta fundamental que cimentó la organización institucional del Estado), duró casi un siglo sin modificaciones mayores, siendo mantenida, incluso interiormente, en su concepción genérica por la clase política liberal, luego de la transición conservadora, ejecutando solo cambios entorno a la relación iglesia-estado y laicización de éste, amparando además el carácter fuerte del jefe de estado. Algo que le dio a nuestro territorio un tinte distinto en su configuración en comparación a las demás situaciones ocurridas a nivel regional.
Es por esto que a continuación ofreceremos algunos antecedentes peculiares de nuestro país que sin duda favorecieron al establecimiento, relativamente rápido, de un sistema político estable basado en la ley, que logro dar pie a la formación del Estado nacional. Además de hacer un análisis de nuestra realidad para luego conjugar un acercamiento teórico de acuerdo al concepto de Estado postulado por el autor J. Burchardt.
Desde
Se puede decir que la independencia de Chile comienza, en el Valle Central, con posterioridad al envío de la Expedición Libertadora al Perú en 1821. En ese momento salen las tropas extranjeras del Ejército Libertador, que al final ayudaron a la eliminación definitiva del poderío español, en el actual territorio chileno del Norte grande. Desde
Finalmente y a partir de 1829, comienza a imperar el modelo político portaliano. Logrando este en un periodo extraordinariamente breve y en un lapso muy corto que Chile pudiera definir sus principios de gobierno, establecer un mecanismo administrativo eficiente y consolidar un sistema político, basado en el derecho que va a durar hasta la guerra civil de 1891. Sucediendo en ese entretanto la entrada y salida en forma pacifica de los presidentes que lograban llegar al palacio de La Moneda, completando incluso su periodo constitucional. Pese a que existieron algunos intentos de revuelta no ocurrió nada que el gobierno no pudiera solucionar con su fuerza y respaldo, para garantizar el orden. La estabilidad política del siglo XIX permitió a Chile avanzar económicamente e incluso expandirse geográficamente.
Ahora bien. La idea de Estado propuesta por J. Burchardt. De la lectura recomendada me pareció más completa y cercana a la situación chilena principalmente por el tipo de sucesos acaecidos en el acontecer del proceso nacional, además de establecerse una gran ligazón a la perspectiva entregada por Mario Góngora[2] , en ámbitos sociales y culturales.
Según la concepción del autor sobre el Estado, prima en sus comentarios la importancia del nacimiento del Estado, formación de este, y además la importancia del nivel de desarrollo político que se debe alcanzar para hablar de Estado.
Rousseau plantea en el contrato social, que el mutuo acuerdo sirve de base para el inicio del proceso de formación del Estado, algo a lo que Burchardt esta completamente en desacuerdo, ya que nunca ha existido, ni puede existir un acuerdo de ningún tipo que convoque voluntades en pos de una idea de Estado, esencialmente porque: Primero, siempre y en casi todos los casos existe una capa social dominante que impone con mas fuerza su pensamiento, obligando de una manera u otra a su complemento a seguir con su idea de Estado. Segundo nunca se tiene claridad en un principio por parte del pueblo sobre lo que realmente quiere o desea, existe normalmente una escasa preparación cívica. Tercero, es necesario para llegar a un acuerdo que las partes y las capas sociales discrepen, pasando por enfrentamientos, a veces fuertes a veces no, que a la postre designen por medio de la fuerza un sector dominante que postergue las ideas de los demás, estableciendo con ello su propia idea de Estado y de gobierno, este ultimo necesariamente derivado de las acciones operativas para ejecutar y desarrollar su idea de Estado. Y por ultimo si es que alguna vez se llega a esta etapa, esa idea de Estado no seria aún segura, puesto a que tendría pocas probabilidades de durar, porque su misma base seria continuamente objeto de discusión y oposición.
Este primer acercamiento si puede ser llevado a nuestra realidad, precisamente por la cantidad de conflictos y pugnas que se produjeron entre las distintas clases políticas dominantes, pasando estas necesariamente por etapas de anarquía por el bajo conocimiento cívico, llegando finalmente a una dominación luego de la Batalla de Lircay por parte del sector conservador, además pactos como los del Partido nacional, y otras persistentes oposiciones sucedidas nos muestran que en caso de acuerdo, las ideas fuere del sector que fuere, serian objeto de constante critica y enfrentamiento, hecho que por supuesto disminuye las probabilidades de éxito del proceso continuo de la formación del Estado.
Adicional a ello, también podemos decir que en nuestro periodo también se dio, que la experiencia, mas ajena que propia, sirvió de mucho a las clases políticas dominantes, ya que esta represento una de las fuentes de conocimiento legal mas usadas en las primeras décadas de emancipación, principalmente con lo respecta a los acontecimientos ocurridos en otros países que servían de modelo a seguir. Es el caso de las ideas importadas sobre la Revolución Francesa, la Revolución de las 13 colonias, y la independencia de España. Junto con esto cabe también mencionar que todo lo discutido y luchado por el poder solo recae en una clase, la dominante de nuestro país, la élite dueña del capital y de la tierra, desposeyendo de todo conocimiento y oportunidades a la clase dominada, cercana en esos tiempos al 82,5%[3], algo que deja mucho que desear a la hora de fijar participación y sinergia, ya que en ese sistema hubo un claro despotismo, desde la capa superior de la sociedad post 1818.
Finalmente uno de los elementos mas vivaces de la definición analizada, es la increíble concordancia que existe de esta, con la configuración de nuestro país, entorno a la utilización del factor fuerza en casi todas instancias y etapas. Algo que en si el autor denomina origen del Estado por medio de la “Violencia inicial”, “Sistematización de la fuerza” o bien a través de un “Proceso muy violento”, siendo en la mayoría de las veces una mezcla de dos o de todas. Lo que finamente dota al Estado de un conjunto de hechos terminados, concretados y saldados por medio de la fuerza, algo que normalmente podemos ver contando el número de guerras acontecidas en el proceso de formación del Estado nacional chileno. Guerras o batallas que marcan un inicio como la Batalla de Chacabuco, batallas coyunturales que cambian estructuras como la de Lircay y como no mencionar la Guerra civil de 1891 que dio otro giro a nuestra incipiente organización como Estado-nación.
En conclusión solo cabe mencionar que la estructura organizativa de cada país es respetable, y cada uno de los acontecimientos sin duda van marcando la trayectoria de cada Estado, algo que nacionalmente se reconoce, en principio por la unión aristocrática a comienzos de la republica en desmedro de la participación de completa de la Nación, en pos de la independencia como objetivo común, para luego dar paso a una forma de gobierno autoritario, que persigue con fundamento propio el establecimiento de un Estado fuerte y centralizador, institucionalmente resistente a todas las situaciones acaecidas que por medio del paso del tiempo a lo que ahora conocemos como el Estado de chile, Estado que desde sus inicios sobresalió por lo que ahora nos descontenta, la excesiva concentración del poder en sectores específicos y dominantes de nuestra sociedad, ahora mas fragmentada, ligados exclusivamente, tal como sucede ahora, a la concentración en grandes cantidades de capital.
Por: Adrián Escobar
[1] Principalmente por el arresto de tres prominentes criollos por parte de la gobernación nacional a mandato del Virreinato del Perú. Simón Collier y W. Fetter; 1808-1994; “Historia de Chile 1808-
[2] “Ensayo histórico sobre la noción de Estado en Chile en los siglos XIX y XX”; Cáp. El Estado nacional Chileno; Pág.
[3] Simón Collier y W. Fetter; 1808-1994; “Historia de Chile 1808-
Referencias bibliográficas
- “Ensayo histórico sobre la noción de Estado en Chile en los siglos XIX y XX”; Cáp. El Estado nacional Chileno; Pág.
- Simón Collier y W. Fetter; 1808-1994; “Historia de Chile 1808-
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